vendredi 30 juin 2017

Túnes
(Túnez)




Hiems se estableció en el norte de su tierra, encajada entre montes. Ahí, en ese norte, los días son nublados iguales a sus noches, apenas puede verse un tibio sol, engañoso. Días sin final, lluvia eterna, nieve que extiende su blanco manto que oculta los bosques, los pastos, oculta la belleza de la tierra. Solamente el frió viento asesino de hojas y plantas, y el suave ruido de la lluvia rompen el silencio en mutua armonía. Aguas que se unen y corren juntas y cavando un abismo, estremecen la tierra construyendo ríos, en cuyas orillas crecen los árboles que se abrazan a sí mismas a través de sus bejucos. Ahí, la naturaleza construye sola sus monumentos sin la intervención del ser humano, hace su propia arquitectura, sin mármol, ni yesos, ni hierro. Hiems sumergida en un mar de vegetación, cuyo verde habita tras la blancura nívea, cada día ensimismada mira tras los montes, se pregunta que puede haber detrás de ellos, y como se podría superar esa barrera y llegar al otro lado y por fin salir de este laberinto de vegetación.


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Verano se fue a la parte sur del país, aquella tierra donde vivía el mamut, que murió con su llegada, sus noches más cortas que sus días, perdido entre las dunas cambiantes, apenas sobrevive vegetación alguna. Palmera, esta planta terca que no pide mucho y acepta lo que hay, y otras que están en el corazón del Sahara y aman la soledad. Muchas son las tormentas de arena, que impiden su visión y los rayos del sol explotan en aquellas tierras repartiendo oro y dorados cada día. El viento en el corazón de este desierto está perdido, no sabe a dónde va, no encuentra nada que agitar; ni plantas, ni piedras, solo arenas eternas que arrastrar sin rumbo. Verano está ahí, todo el tiempo mirando hacia el norte desde este desierto, y preguntándose si sólo esto es lo que hay. 
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Después de decenas de años, ambos decidieron moverse, Heims baja hacia el sur y Verano sube al norte. El encuentro se produce a la mitad del país, ahí se abrazan, comparten sus quejas. Hiems harta de llevar abrigo y tanta ropa, mientras que Verano está agobiado de sudor y sed insaciable. Hiems se desnuda por primera vez, y Verano la cubre como el paraguas, se abrazan fuertemente.
- Eres muy fría _dijo Verano con amable voz.
- O puede ser que eres cálido, y me libras del frío eterno y me trasladas a zonas cálidas - le contestó Hiems con su voz nasal y una sonrisa gentil.
Después un rato, tras el amor, se oye voces de tormentas o bien gemidos procedentes de Hiemes, y de su frente surgen un sudor desconocido en su vida. Así dan a luz a dos nuevas estaciones, la primera será su primogénito, Otoño, el cual vestía una ropa distinta a sus padres, brillante aunque con el paso del tiempo se marchita y amarillea, cambiando de color hasta enrojecer y caer perdiendo todo su brillo. La segunda, es su pequeña hija, Primavera, su ropa es de vivos colores, refulgentes, que arrebatan la atención de sus padres. Hiems, su madre, le da una lluvia fina y aire fresco para suavizar sus noches. Su padre, Verano, le envía rayos de sol para calentar sus días. 
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Posteriormente, las cuatro estaciones viajan al resto del mundo, asentándose en casi todos los rincones de la tierra.
                                                                            
Chadly Chahloul

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